Un mito deportivo: el Argentino multicampeón de los 50

Un mito deportivo: el Argentino multicampeón de los 50
31 Mayo, 2020 a las 10:21 hs.

En General Pico hubo un equipo de fútbol de la era amateur que llegó a tener en su tiempo la estatura de mito deportivo en la memoria colectiva de varias generaciones.

El equipo del Club Atlético y Cultural Argentino, que este año cumple su centenario, el de “los muchachos del barrio”, los “turcos” del Pacífico, que lograron en la década del ’50 un récord inigualable a fuerza de destreza y compañerismo en las canchas: siete campeonatos (1952, 53, 54, 56, 57, 58 y 59) y dos subcampeonatos.

Pertenezco a una familia que vivió y creció a cuadras del Club Atlético y Cultural Argentino. La institución fue fundada el 2 de agosto de 1920 en la esquina de la 15 y 32 en pleno barrio Pacífico.

En poco tiempo, se cumple su centenario. La casa de mi abuela Felisa quedaba a dos cuadras del club


Por Norberto Asquini

En General Pico hubo un equipo de fútbol de la era amateur que llegó a tener en su tiempo la estatura de mito deportivo en la memoria colectiva de varias generaciones.

El equipo del Club Atlético y Cultural Argentino, que este año cumple su centenario, el de “los muchachos del barrio”, los “turcos” del Pacífico, que lograron en la década del ’50 un récord inigualable a fuerza de destreza y compañerismo en las canchas: siete campeonatos (1952, 53, 54, 56, 57, 58 y 59) y dos subcampeonatos.

Pertenezco a una familia que vivió y creció a cuadras del Club Atlético y Cultural Argentino. La institución fue fundada el 2 de agosto de 1920 en la esquina de la 15 y 32 en pleno barrio Pacífico.

En poco tiempo, se cumple su centenario. La casa de mi abuela Felisa quedaba a dos cuadras del club “de los turcos”. Todos fuimos del “Turco”. De ahí que en su momento, entrevisté a varios de esos ex jugadores de la década dorada, que ya no están, trabajo que fue la base de este artículo.

Fotografías cedidas por María del Carmen Payero

¿Por qué el apodo de “los turcos” para los equipos de Cultural Argentino? “Es que el barrio fue poblado desde sus comienzos por familias de origen árabe que eran grandes y numerosas. Hasta siete u ocho hijos tenían. Pero hoy ya no quedan esos descendientes y sólo es algo que quedó por tradición”, recordó en una entrevista en su momento Nilo García Ruiz, quien fue presidente del club.

En los 50, pleno amateurismo, el field verde de los campos de juego estaba separado apenas por una baranda de caño del público, mayormente vecinos y familiares, que llevaba sus reposeras para ver por partidos. Entre la gente, los pibes que vendían caramelos o naranjas. Tiempos de botines con tapones de cuero fijados con clavos. Los automóviles en derredor mirando hacia la cancha y por detrás de estos, los eucaliptos que circundan a su vez el verde campo y que separan al club con la calle.

El equipo del barrio

La seguidilla de victorias y campeonatos transformó al grupo de muchachos en un mito deportivo, tal vez en la página más importante del club. Heroicas gestas que se repetían los fines de semana y finalizaba en el año con una copa alzada. Eran tiempos donde se jugaba “por la camiseta” y los futbolistas “se casaban” con su club para toda la vida. Epocas de amateurismo, de lesiones que se pagaban caros con años de parate.

Angel Sanghi, los hermanos Luis y Edén López, Ricardo Balent, Hariel y Juan Carlos Martínez, el “Ruso” Héctor Piñeiro, Derlis Guembe, Paulo Payero fueron parte de la base del equipo que en los ’50 enriquecieron el deporte pampeano y que hegemonizó en ese década los torneos de liga.
Eran campeonatos de 22 a 24 partidos, ida y vuelta, en los que participaban todos los clubes de la Liga Pampeana de Fútbol: los cinco de Pico, Cultural Argentino, Independiente, Pico Foot Ball, Costa Brava, Ferro Carril Oeste; los dos de Castex: Estudiantil y Racing Club; los de Realicó, Sportivo y Ferro; los de Intendente Alvear, Alvear Foot Ball y Ferro; Argentino de Quemú Quemú; los de Caleufú, Trenel y hasta el de González Moreno.

Eran épocas donde los puestos tenían nombres y las formaciones pocos defensores: se jugaba con un arquero, los back izquierdo y derecho, el half derecho, el eje medio y el half izquierdo; y la línea delantera: el wing derecho, el inside derecho, el centro, el inside izquierdo y el wing izquierdo.

Esos equipos son los que recuerdan las fotografías que acompañan este artículo, cedidas por María del Carmen Payero, hija de Paulo Ponciano Payero, firme defensor, agente de Policía y trabajador en De León.

Una defensa inexpugnable: Héctor Piñeiro, Hariel Martínez y Paulo Payero

Los muchachos de la vuelta

La base de aquel cuadro de Argentino fueron el arquero y los back. Primero con Angel Sanghi entre los tres palos –le seguiría más tarde Elías Galant- y luego con Hariel Martínez y con el Ruso Piñeiro, un elástico defensor, y un jugador fuerte como Payero, se conformó una última línea inexpugnable.

Al medio “Pirucho” Balent, Edén López, Pascale –un excelente armador que había llegado de Temperley-, Ovidio Pratto y Constante Suárez –el veterano que “manejaba los hilos”- en el medio campo.

El teniente Carlos Humano –que casi fichó para Racing y fue esgrimista olímpico-, Luis López, Guembe, Ismael García, Villanova, Juan Carlos Martínez –que “pateaba al arco como un bestia”-, Rubén Ladomega, Orlando Mora, Carlos Papera, Raúl Alzamora, Ramón Pellitero, Rodolfo Yapur, Juan Alzuza, Massara, Bellozas, Luis de León, Juan y Alberto Aragonés, Aldo Puente, completaron la delantera y el medio durante esos años. Otros que jugaron en el multicampeón albiazul fueron Julio y Adamo Gugliara, Aldo Rubio, Carlos Ibarra, Roberto Paglia, Cassini, Salas, Montiel, Ponce, Peyronet, Roldán, Istagüe, Rasilla, Antonio Suárez, Puente, Neyra, Domínguez, Vargas, Cid, Gallego, Cepeda, entre otros.

Todos vivían a cuadras nomás del club y se reunían durante la semana para comerse su asado, casi a modo de “concentración”. Trabajaban y luego entrenaban. A varios se les conseguió trabajo para que pudieran jugar.

Pasaron por el almacén De León, propiedad de quién fue por años presidente del club. Realizaban los martes y jueves algunos ejercicios de gimnasia sin mucha sistematización, y picados “a muerte” en las prácticas que suplían los modernos entrenamientos y la preparación física. Una dirección técnica improvisada que empezaban Juan Beccaría, Ricardo Pastor y otros desde afuera y la continuaban los mismos jugadores dentro de la cancha.

Con el balón al pie

El domingo eran los partidos con los clásicos piquenses entre Argentino e Independiente y ya sobre el final de la década con Ferro. De visitantes en los pueblos salía la caravana de automóviles siguiendo al colectivo de Nieto o de Lopéz, de la localidad de América. Es que en ese entonces, Pico tenía 18.000 habitantes y cerca de 1.600 eran socios de Argentino, una cifra astronómica para los días de hoy. Y tampoco se transmitían por radio.

No hubo rivalidades “a muerte” por pertenecer a determinada zona del pueblo, otra identidad política en tiempos del peronismo y después del anti, o diferencias familiares como sucedió en otras localidades pampeanas. “La rivalidad y la pertenencia a un club pasaba si uno era de tal o cual barrio, la cercanía con el barrio determinaba la pertenencia. Además todo quedaba allí en la cancha, más allá de lo que se hablaba en la semana. Uno trabajaba en el ferrocarril con compañeros que jugaban en Costa, en Ferro y no pasaba nada”, recordó en una entrevista realizada en su momento Edén López, uno de los integrantes de aquel equipo.

Todo empezó casi en el ’49 cuando perdieron por un punto el torneo ante Deportivo Realicó, pero el grupo se conformó en el ’51 cuando llegaron varios valores que rondaban los 20 años. En la temporada siguiente, en el ’52, el campeonato de la liga se jugó en dos zonas y ganaron la final 1 a 0 ante González Moreno como locales y con el mismo tanteador se coronaron campeones en esa localidad una semana después.

Fueron torneos de al menos 30 goles por temporada y de diferencias importantes en los marcadores. Algunos memoriosos recuerdan que Argentino llegó a hacer “noventa goles en un solo campeonato”.

Siguió el torneo del ’53 cuando en uno de los partidos más difíciles y que los alejaba del título le levantaron a Pico Foot Ball un 1 a 0 en los últimos diez minutos terminando 3 a 1. Los partidos más difíciles eran los de visitante donde alguna vez se llevaban una sorpresa, como en Alvear o Realicó. Los números de ese campeonato hablan: ganaron 4 a 1 en los dos partidos a Costa, 6 a 1 a Estudiantil, 6 a 0 a Sportivo Realicó luego de empatar 1 a 1 como visitantes, 5 a 0 a All Boys de Trenel.

La época de oro

“Eramos los que mayor recaudación teníamos como locales. Lo que pasaba es que los hinchas de los equipos rivales venían a nuestra cancha para vernos perder aunque su equipo no jugara ese día”, indicó López cuando fue entrevistado por el autor.

En esa cancha entre los eucaliptos, a metros del empalme de las vías del Oeste y el Pacífico, estuvieron cuatro años sin perder un solo partido como locales.

Luego ganaron el torneo del ’54, con una final contra Independiente. La primera “racha” se cortó en el ’55, jugado con dos zonas, donde quedaron afuera del último partido tras empatar 4 a 4 contra Pico Foot Ball tras ir arriba por 4 a 1.

En ese partido, Piñeiro tocó una pelota con la mano fuera del área y cobraron un penal ante la algarabía de los jugadores albinegros. En la jugaba siguiente, cuentan los testigos, Piñeiro la volvió a tomar con ambas manos en medio del área y poniéndosela en la cara al rival que había pedido que se cobrase la falta anterior, le gritó: “Ahora si cobrálo, ahora es penal”.
Ese año la final fue entre Pico Foot Ball e Independiente.

Los siguientes campeonatos fueron “todos contra todos” y continuaron los logros: ganaron en 1956, 1957, 1958 y 1959. Ese último año, afrontaron el clásico contra Independiente con un jugador menos ya que se lesionó el centrofoward al primer minuto. Poco después se lesionó Piñeiro y lo pusieron en el área contraria. Sólo la tuvo que cabecear, ganaron y se pusieron a tiro del que iba primero en la tabla. El campeonato fue otra vez del Turco pero con varias bajas ante la gran cantidad de lesionados.

En el ’60 perdieron el campeonato por un punto ante Ferro a causa de las bajas que fueron constantes y se quedaron sin banco. Jugó entonces Adamo Gugliara, que llegó ese año al club, y tuvo que hacerlo con el hombro “sacado” casi sin poder moverse. Desde ese año muchos se desvincularon del club y comenzó a perderse ese equipo compacto de la década.

Amén de los campeonatos, las copas se siguieron sumando en los ’50 con los torneos comerciales entre los piquenses como la Copa Bazar San Martín y hasta los “relámpago” en Pico Foot Ball que fueron amontonando trofeos en las vitrinas.

Las claves del éxito

Tal vez la envergadura a la que llegó el equipo queda demostrada en un hecho de 1958, el día que representando a la Liga Pampeana que no quiso formar su selección, los de Argentino jugaron ante el Seleccionado de San Luis que se preparaba para el nacional de aquel entonces.
En la Fiesta del Turismo, luego de una semana de descanso tras ganar el campeonato local, viajaron en tren para jugar en San Luis. Los puntanos se preparaban con todo y la fiesta estaba preparada para ellos, hasta el gobernador había ido a la cancha repleta.

Sin embargo, ese sábado fue un 3 a 2 para los piquenses. El campo estaba tan malo que uno de los goles fue un tiro cruzado de Ismael García que iba paralelo al arco, pegó en un cascote y se le metió al arquero. Los puntanos los fueron a buscar a los vestuarios y les ofrecieron el 50 por ciento de la recaudación para que les dieran la revancha ese mismo domingo. Los de Argentino tomaron el tren dejándolos “con todas las ganas” y recibieron la copa en el andén. Cuando llegaron, la Liga les pidió el trofeo: “Este lo ganamos nosotros” le dijeron al representante, y se la quedaron.

¿Cuál fue el secreto de aquel equipo que arrasaba en las canchas? “Nosotros no fumábamos, no tomábamos y teníamos grandes jugadores, pero lo más importante era que jugábamos en equipo, siempre en equipo”, confiesa uno de los integrantes de aquel cuadro. “La clave fue la base, los mismos jugadores, ese equipo. Eramos jugadores de todos los puestos, todos hacíamos goles”, recordó Balent al ser entrevistado.

“Jugar en equipo y tocarla, eso era lo importante. Era más de inteligencia que de fuerza, como ahora. Imaginate: los tres del medio jugábamos en fila, de memoria nos salía todo. ¿Cómo no ibamos a jugar con ventaja?”, completó López.

“Es que tuvimos grandes ‘veteranos’ y los tres de atrás, Hariel Martínez, Piñeiro y Payero, eran un paredón. Así que los de arriba hacíamos lo nuestro muy aliviados, respaldados. Y con una delantera en la que teníamos a Constante Suárez, Ismael García y Guembe, grandes jugadores”, explicó Balent.

Sin embargo, confiesan: “No eramos diferentes a otros, todos tenían grandes equipos y jugadores importantes en aquella época. Antes todos tenían muchos de calidad, hoy corren y corren”.

La justa medida

“Peleas siempre hubo, aunque hubiera alguna bronca en la cancha después quedaba allí. Recuerdo las hinchadas más bravas podían ser las de Alvear o Realicó, o las grandes peleas entre Estudiantil y Racing de Castex, pero era como todo: seguramente de otros pueblos decían lo mismo cuando venían a Pico”, precisó Balent en su momento.

La consagración de jugar en la Primera División argentina fue para pocos. Muchos con condiciones no quisieron ir, otros tuvieron su oportunidad y alguna lesión los dejó afuera.
Pero ¿qué diferencia había entre unos y otros? Una muestra fue cuando la selección de la Liga Pampeana jugó contra Boca Juniors en la cancha de Argentino en 1958. Entre los integrantes la mitad eran culturalistas y se podía encontrar a Hariel Martínez, Piñeiro y Guembe.

Ese día comenzaron arriba 1 a 0 sobre los porteños y estos, con Rattin, Mouriño y sus figuras, no sabían como ganarlo. Al final, fue para los boquenses por 2 a 1 cuando Piñeiro tuvo que salir cinco minutos antes, “si no, no lo ganaban”, advirtieron Balent y López en la entrevista.

Es que la noche anterior el “Ruso” había estado trabajando toda la noche en un descarrilamiento de trenes.

El ocaso para ese gran equipo albiazul llegó como finalizan todos los ciclos: por el desgaste normal de las cosas que no deja afuera a los grupos humanos. Los mismos grandes jugadores que no se renovaban postergaron a los que recién empezaban y estos comenzaron un proceso de éxodo de las inferiores que también ganaban campeonatos en tercera y reserva. Luego del ’59, Cultural Argentino no volvió a ganar el campeonato oficial hasta 1992.

En los ’60 y ’70 la profesionalización en aumento del fútbol pampeano con jugadores llegados de afuera y los cambios de camiseta con los pases de club, llevó a que se perdiera esa característica tan propia de los “clubes de barrio”.

Tal vez por los 32 años que pasaron después de carestía en las vitrinas de Argentino, tal vez por ser el último gran campeón de la era dorada del amateurismo futbolístico pampeano, elevaron de a poco a nivel de mito a aquellos equipos que se pasearon por las canchas como ejemplo a seguir.

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