Nacido en el estado de Alabama en 1962 como Vincent Jackson, el pequeño Bo era descrito por su familia con un niño muy travieso. Le llamaban “wild boar” (jabalí) y de tanto decírselo, se quedó con el mote abreviado de ‘Bo’ para siempre.
En el instituto McAdory, Bo hizo 1.175 yardas de carrera como runningback jugando a fútbol americano, hizo veinte home runs en el equipo de béisbol y, además, fue dos veces campeón de estado en los cien metros. Por ello, no es sorpresa que Bo fuera seleccionado por los Yankees de Nueva York en la segunda ronda del Draft de 1982, nada más graduarse en la secundaria. Lo curioso es que, becado por sus logros en fútbol americano, el joven Bo rechazó temporalmente a la franquicia neoyorquina para ir a estudiar a la universidad de Auburn, donde jugaría a sus dos deportes favoritos.
En Auburn, Jackson tuvo una media global de golpeo de .401, anotando 17 home runs y provocando 43 puntos (RBI) en su último año. Jugando a fútbol americano, sus números fueron igual de estelares: 4.303 yardas en total, con una media de 6,6 yardas por jugada, un récord vigente en la conferencia SEC de la liga universitaria. En 1985, ganó el trofeo Heisman, concedido al mejor jugador a nivel universitario.
Bo Jackson tenía un dilema: era tan bueno en béisbol como en fútbol americano y ambas eran igual de viables económicamente (esto fue lo que le desanimó a seguir con el atletismo). Sin embargo, los Tampa Bay Buccaneers (equipo que hoy en día pertenece a los Glazer, la misma familia que el Manchester United) le tendió una trampa que le salió cara: Bo se decantaría por el béisbol. Siendo elegido por los Buccaneers con la primera elección del Draft de 1986, los propietarios del equipo de Florida le ofrecieron un viaje en jet privado, sabiendo que iba en contra de las normas de la NCAA. El organismo universitario se enteró y le privó a Bo Jackson de competir con Auburn en la última campaña universitaria de béisbol. Enfadado por el truco al que había sido expuesto por la franquicia de la NFL para no correr el riesgo de lesionarse jugando a béisbol, se decantó por la MLB. Al no conseguir la firma de Jackson, además, los Bucs también perderían sus derechos sobre él.
Hoy en día, Jackson vive en Burr Ridge, a las afueras de Chicago, pero viaja todos los años a Alaska y a los bosques del estadio de Illinois. Es un aficionado de la caza y tiene un taller en el que crea sus propias ballestas. Una pasión que le viene desde la niñez, ya que en sus años en los Kansas City Royals calentaba antes de los partidos tirando arcos a una diana que habían instalado especialmente para él.