Uno de los aspectos que separa a los corredores competitivos de los amateurs es la llamada “cabeza”. Entendemos por cabeza la capacidad de rodar al límite o de forzar el paso más allá de lo que creemos que es nuestro límite, así como sacar fuerzas en momentos en que sentimos que ya no se puede.
Algunos suponen que esta característica “viene de fábrica”, que se trata de un don que algunos poseen y se convierte en una ventaja al momento de competir. Algo así como la tan mentada garra, suponiendo que es algo que se tiene o no, sin chances de modificarlo.
En mi interés por entender cómo funcionan los grandes corredores conversé con varios de primer nivel intentando desentrañar, entre otros temas, cómo funciona esta característica.
Lo primero que descubrí es que todo corredor competitivo se dedica a esto porque, ante todo, es lo que le gusta. Sin lugar a dudas hacer de nuestra pasión la principal actividad que llevamos adelante representa una fuente de motivación casi inagotable que nos permite afrontar desafíos con energía extra.
Por otra parte, los corredores competitivos siempre tienen en su agenda un objetivo que les permite focalizar su energía y centrar su esfuerzo. Es sabido que este ejercicio de direccionar nuestra dedicación y concentrar el deseo también se transforma en una gran fuente de energía.
Los buenos corredores son respetuosos del entrenamiento porque todos experimentan que más allá de las condiciones naturales con las que cuentan, los grandes logros están precedidos de un camino de esfuerzo duro y consistente. Esto hace que todo corredor de fondo valore el entrenamiento y que esté acostumbrado a un proceso marcado por la dedicación, lo que implica tutearse diariamente con el esfuerzo casi extremo.
Uno de los teóricos más notables del running, Tim Noakes, teoriza respecto a cómo opera nuestro organismo en momentos límite. Noakes dice que el cerebro lanza señales de alerta cuando comienza a percibir sensaciones de incomodidad. Cuando identifica que entramos en un umbral de esfuerzo dispara mensajes y naturalmente se resiste a seguir por simple mecanismo de supervivencia. Acostumbrar al cuerpo y al cerebro a trabajar en situaciones límites se practica y es un aspecto esencial del proceso de entrenamiento de un corredor de elite. Acostumbrarnos a operar en un umbral de esfuerzo extremo no implica riesgos: se aprende y se entrena.
En otras palabras, la llamada “cabeza” es un aspecto que se incorpora al repertorio de habilidades con las que cuenta un buen corredor; representa una motivación para los corredores amateurs que silenciosamente buscamos aprender de los de elite. Descubrimos que la capacidad para afrontar momentos difíciles y alcanzar un objetivo también está dentro de nuestras posibilidades: sólo tenemos que entrenarla.
Fuente-Atletas Info